martes, 18 de diciembre de 2007

Cuento de Navidad


A su marido le gustaba jugar a la lotería de Navidad. En toda su vida no le había tocado nada más que alguna pedrea. Su número preferido era el cinco. Vicios no tenía muchos, pero eso de la lotería de Navidad... . Uno más de los que pensaba que era la lotería del miedo.. -y si toca- se preguntaba. Y si toca en esa tienda donde cada día compraba ese pan tan bueno de Almenar o en ese bar donde algunos días tomaba su descafeínado con leche de máquina. Si les hubiera tocado a otros, todos conocidos y a él no, no sé si se lo hubiera perdonado nunca.
Este año no ha podido comprarla. Murió en Marzo. Fue un jodido infarto. Era de los que pensaba que eso de los infartos, igual que los accidentes de tráfico siempre les pasaba a los demás.
Ella al levantarse había pensado en su marido, cada día al levantarse lo echaba de menos, y después todo el día. Habían sido más de cincuenta años compartiéndolo todo.
Salió de casa, como cada día. Llovía, el viento hacía que la dirección de la lluvia burlara su paraguas y las gotillas de agua como perdigones repiquetearan en los cristales de los coches que estaban aparcados a su paso.
Llegó al centro de la pequeña ciudad. Casi se conocían todos. Le llamó la atención la decoración navideña que el Ayuntamiento capitalino socialista había colocado en las calles más concurridas. Eran trenes iluminados llenos de regalos los que al atarceder nos recordaban de que estábamos próximos a la Navidad. Gran paradoja- pensó-. Ésta es una ciudad de la que la Renfe hace ya muchos años que se olvidó. Sólo Hay una línea férrea que hace el trayecto hasta Madrid, una vez diaria, con máquinas lentas, de gasoil y ahora es el tren el que se siente protagonista de las fiestas navideñas haciendo que los regalos lleguen a la city. Pobres habitantes, pobre ciudad, pobre Ayuntamiento y pobres trenes. Si los regalos tienen que venir en ellos-pensaba-lo tenemos claro.
Al llegar a la administración de lotería nº 3, se acordó de sus cuatro hijos. Sólo dos vivían aquí, los otros dos tuvieron que explorar nuevos horizontes, al ser una ciudad pequeña todo estaba limitado, hasta el trabajo. Pensó en ellos, pensó que si le tocaba un pellizquillo lo repartiría entre los cuatro y sus familias. Venían por Navidad. Cada vez le costaba más juntarlos. Cuanto más gatos más ratones.
Compró el décimo. Acababa en cinco. Lo compró a propósito, y al guardarlo en su monedero pensó de nuevo en su marido y en sus hijos. Si tocaba esperaría hasta el día de Noche buena. Después de la cena, cuando el cava burbujeara en sus copas y la alegría presidiera la reunión, les daría la sorpresa.
Era su sueño. Muy mayor para cofíar en los sueños. Pero a veces los sueños se hacen realidad. Tocó un premio secundario. No fue mucho dinero pero estaba convencida que les haría mucha ilusión.
Faltaban dos días para que todos se reunieran. Al levantarse, después de acordarse de su marido abría el monedero y miraba el décimo de la ilusión. Seguro que estas perrillas servirán para unirlos un poco más, para brindar y para sentirnos todos un poco más felices.
Llegó la noche, esa noche que no sé por qué todo el mundo en esa fría y pequeña ciudad le da una importancia extraña. "A pasar buena noche" se repiten una y otra vez, como si sólo esa noche se hubiera de pasar bien.
La velada no fue mal. Estuvo toda la tarde preparando con ilusión esas viandas pensando en todos ellos. Antes se había guardado el décimo premiado en el bolsillo de su bata. Al llegar el momento se lo mostraría y sorpresa, sorpresa... .
Y llegó el momento. Pero antes de que pudiera decir nada, fue su hijo mayor el que levantádose dijo querer decir algo en nombre del resto.
Mamá-exclamó-te vas haciendo mayor, cada vez necesitas más cuidados y hemos pensado todos que donde mejor estarías es una residencia.
No dijo nada, se metió la mano en el bolsillo de la bata y con toda la fuerza de su corazón arrugó sin piedad ese ilusionante décimo de lotería.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Un poco de lectura


Sigo interesado por la obra la de Marta Rivera de la Cruz. Después de haber leído dos de sus novelas, "En tiempo de prodigios" y Linus Daff, no sé si recordaréis que me comprometí a leer "Que veinte años no es nada", acabo de terminar su lectura. Me ha enganchado más al final que al principio, está llena de de esos personajes que salen de su pluma, como se diría antes, cada uno con su pasado y con su historia, algunos de ellos interesantes de verdad. Me ha llamado la atención de que en sus novelas haya tantos elementos que les dan una continuídad de autor, esos personajes a los que les hace aparecer reiterativamente, como por arte de magia, en algunas de sus novelas, ese pueblo en el que pasa de todo, admiro tu capacidad de relatar y sacar partido de un lugar con un ambiente determinado y esos personajes que aunque a veces parecen de ciencia fición no dejan de tener un lugar en ese argumento. Por cierto seguro que muchos de sus lectores hemos pensado en el otro final que podía haber tenido su novela.

Siendo sincero comentaré que me ha costado leerlo, no porque no sea atractivo el relato, sino por la presentación que hace de él la editorial Algaida, todo como muy preto, demasiado denso que a veces complica ese afán por continuar leyendo.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Sólo una vez


Dicen que hay algunas cosas que nunca se pueden recuperar, se me ocurren siete:

1. Una palabra..., después de haberla dicho.
2. El presente..., si es que existe.
3. Una piedra..., después de haberla lanzado al mar.
4. Una favorable ocasión..., después de no haberla aprovechado.
5. Esa sonrisa inocente..., después de que te visita la malicia.
6. El primer beso..., aunque ya no te acuerdes a quien se lo diste.
7. Ese brillo en los ojillos..., después de que ya no te quieren.

Seguro que vosotros conocéis algunas más.

martes, 11 de diciembre de 2007

Rogelio


Aquella noche hacía mucho frío. Diciembre es un mes en el que las temperaturas altas están de baja. El viento zurría por todos los rincones amontonando las hojas caídas de los árboles. Rogelio tiritaba. Los cartones que lo cubrían dejaban partes de su cuerpo a la interperie. El lugar no era el más apacible. Era un rinconcito poco transitado, allá debajo de unos porches. Antes había tenido otros hogares. De aquel cajero automático lo echaron hace ya muchos meses. Después estuvo en un rinconcillo, al lado de una persiana que cerraba a cal y canto un local en el que de día se trabajaba. Aquél no era mal sitio. Estaba guarnecido, hasta que llegó una noche y lo encontró todo lleno de Zotal. A cambiar de casa tocan. Y la había encontrado, no era la mejor, pero estaba a cubierto.
La mente se le nublaba cada noche. El vinillo peleón continuaba haciendo sus estragos. Él lo notaba, pero qué mas le daba. De algo hay que morir -se decía cada día-.
Todavía recordaba sus mejores años, aunque cada vez con más dificultad. Eran tiempos mejores. Iba y venía cada día a su trabajo. Su mujer y sus dos hijos le esperaban cada tarde. Formaba parte de una familia de tantas. No era ninguna familia del otro jueves pero llegaban a fin de mes. Hasta que llegó el día... . Fue hace bastantes años. Un día al llegar de la faena, cansado, se encontró con que todo había cambiado. Su mujer, su parienta, estaba sobre la alfombra, tumbada, sin sentido, sin aliento, sin respiración, sin vida.
Desde entonces todo cambió, su mente se oscureció. No sabía porqué, pero se le olvidó el camino que le llevaba a aquella monótona fábrica. Se olvidó de sus dos hijos y se olvidó de sí mismo.
Ha pasado mucho tiempo. Hace tres oscuras y gélidas noches que un guardia urbano se acercó a su improvisado catre, oiga - le dijo- suba al coche, hace una noche de perros, le llevaremos a un lugar donde podrá pasar estas noches tan cruentas. Rogelio no respondió, pensó en sí mismo, en esa libertad que le mataba, en ese no depender nada más que de un cubo de basura o de unas pocas monedas que una abuela caritativa le daba cada vez que lo veía. No tenía para mucho, sólo para un bocadillo diario y unos cartones de Don Simón.
Pero esta noche hacía mucho frío. Y Rogelio ya no quiso tiritar. Su mente se dejó llevar por el infinito. Pasaron las horas y el orto hizo timidamente su presencia. Transitaron a su lado varias personas, incluso dos señoras paseando a sus perritos que comentaban que no podían entender como había gente que no sentía cariño por los animales- no son personas ni son nada nada- comentaban. Una de ellas tuvo que darle un tirón a la correa de su perro para que el animal no se meara en la pernera del pantalón de Rogelio; ya había levantado su patita.
A eso del medio día alguien trató de despertarlo dándole una patadita en la pierna. Rogelio no quiso ya moverse. No se esforzó en conestarle. Estaba muerto.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Soria



Me vais a permitir que os recomiende un lugar para pasar unos diejas, ya sea durante este puente o en las próximas fiestas de Navidad. No os creáis del todo lo del frío. Mirad el vídeo y escuchad a Serrat, merece la pena. Como habéis podido deducir se trata de Soria.

martes, 4 de diciembre de 2007

De cenita


Como ya se aproximan las fiestas nadalencas se aprovecha para hacer la cenita pertinente. Ya podéis imaginar que el ambiente con tanta juventud fue una maravilla.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Adivinanza

Una pregunta muy fácil
sabiéndola contestar,
¿qué planta se riega justo,
cuando la van a cortar?